El Equívoco

Se dejó caer en el sofá. Había tenido un día de mucho trabajo. Pensó en una ducha, tomaría cualquier cosa y esperaría a su marido acostada.

El móvil de Andrés estaba en la mesa de centro. Se le habia olvidado. Habria andado con el tiempo justo y ahora, seguro, le estaría echando en falta. En la pequeña pantalla del aparato habia un mensaje. Buscó a través del teclado por si el mensaje era urgente. Decía Asi: "Hola, mi amor. Soy tu gatita. Miauu... Te espero con impaciencia a la hora de siempre en el sitio de siempre". Dejó el móvil, sin querer escuchar más. Empezó a dar vueltas por la casa. Quería sentarse, pero no podía. Se tomó dos tilas que no le hicieron efecto, también un valium que tampoco la calmó.

Iba por la tercera tila cuando oyó la puerta de la calle que se abria y cerraba al instante. Era él que, como si nada, se acercaba a ella con palabras cariñosas para saludarla, cosa que no pudo hacer porque, más ligera que un gamo, se metió en el dormitorio.

Andrés no alcanzaba a comprender que le ocurría a su mujer; ella, tan equilibrada, tan dueña de si, comportándose como una adolescente, y debía ser fuerte el motivo porque Andrés aquella noche durmió en el sofá.

Desayunaban uno frente al otro. Andrés hizo alusión al sofá, pero no pudo continuar. Su mujer se levantó, cogió abrigo y bolso y salió hacia el trabajo. Desde el dintel de la puerta se volvió para decirle a su marido que había analizado a fondo su comportamiento, y a la hora de la comida quedaría todo solucionado.

Andrés, cada vez más desconcertado, se fue a trabajar. Los compañeros se interesaron por su estado; las ojeras que lucía eran de negro azabache. Él le quitó importancia, aduciendo que habia sufrido un cólico. Entró en el despacho el bueno de Pedro, preguntando por su móvil.

- Uno de los dos debe cambiar de aparato. No fue buena idea comprarlos iguales. Esperaba un mensaje.

Andrés buscó en la cartera y se lo dio. Pedro le devolvió el suyo. Buscó en el teclado. Andrés escuchaba atónito. Llevándose las manos a la cabeza, lo comprendió todo.

Pilar Alonso

Con la colaboración de la Universidad Popular de Alcorcón