Sueños

No sé si seguirás dándome las buenas noches antes de dormirte. Yo a pesar de que estés lejos, lo sigo haciendo. Tal vez te acuestes demasiado cansada para recordarme hasta que coges el sueño o caigas rendida en el lecho tras hacer el amor.

Muchas noches eres protagonista de mis sueños. En ellos me sigues queriendo, mirando y besando como antes. Tus ojos siguen clavándose en los míos con la misma complicidad de siempre. Cómplices, abrazados y llenos de amor paseamos por las calles del viejo Madrid, por mi amada Cuenca o en un escenario imaginario e inexistente en el que somos protagonistas del mejor sueño, de nuestra bella historia de amor.

Anoche te soñé en un palacio de la madrileña calle Santa Isabel que posteriormente fue colegio y actualmente es casa de vecinos. En mi sueño, caminaba por ese largo pasillo pavimentado en losas de granito, utilizado antiguamente como entrada de carruajes y a continuación, cruzaba la puerta de acceso a la maravillosa escalera que tantas veces subí de niño y de adolescente. Amplia escalera de dorado pasamanos que en mi quimera, era escenario de nuestro encuentro. Tú, sorprendida de verme, me cogías de la mano y juntos en silencio, temerosos de ser oídos o vistos por alguien de la vecindad, subíamos hasta tu casa, donde tras cruzar el umbral y cerrar la puerta me colmabas de caricias y besos. Tus ojos brillaban alegres y enamorados, como antes, y tu olor invadía todo mi ser.

Al abrir los ojos ya no estabas. Todo había sido un bello sueño, una maravillosa quimera. Fue tan real y... olías tan bien que tal vez sea mi corazón quien vuela cada noche a buscar al tuyo y juntos, en un mundo imaginario, pasean por las centenarias calles de Madrid o por las rutas de la vieja ciudad de Cuenca. Y tal vez sea por eso que tras despertarme y tener bien abiertos los ojos sigo sintiendo tu maravilloso olor.

Tal vez...

 

Fernando José Baró

Madrid, septiembre de 2004