Tabla de salvación

Es curioso como cada uno de nosotros nos aferramos a un sueño. Al menos los luchadores que seguimos creyendo que nada es imposible si se pone el corazón en ello. Los sueños nos ayudan a seguir adelante. Muchas veces sin ellos sería más difícil avanzar en este arduo camino que es la vida. Tan maravillosa a veces como amarga otras tantas.

“La Juli”, que así se la conoce en el pueblo, tiene su sueño y gracias a él, lleva viviendo esperanzada muchos años. Viuda desde que falleció Santiago, (maestro del pueblo, que sufrió la pérdida de su empleo, tras la contienda civil, en 1939, por sus ideas republicanas) quedó con un niño y tuvo que trabajar duro para criar a su hijo.

Hoy, con más de 80 años de edad, vive sola en el pueblo que la vio nacer y donde ha residido siempre. Su hijo, aunque la visita todos los fines de semana, vive en Cuenca, que es donde se casó y formó su familia.

Como os decía al principio, “la Juli” tiene su sueño. A pesar de su edad, y de los años que lleva viuda, sus ojos brillan intensamente cuando cuenta que desde que falleció Santiago no ha dejado éste de visitarla casi a diario. La primera vez que lo hizo, era de noche. Ella, metida en la cama, sintió pasos que, subiendo la escalera, se dirigían hacia su dormitorio. Esa noche, “la Juli”, le dijo a su fallecido esposo que no volviera a aparecerse ante ella así. La había dado, y nunca mejor dicho, un susto de muerte. O, más exactamente aún, un susto de muerto. Desde ese día, y cumpliendo el deseo de su viuda, continuó visitándola y hablándola pero siempre en sueños.

De unos meses a estas fechas, Santiago, le dice a “la Juli” que dentro de poco estarán juntos de nuevo. Que no tema porque él mismo vendrá a buscarla y la tendrá cogida de la mano, mientras contemplan como meros espectadores el entierro de su cuerpo. En el momento en el que echen tierra sobre el ataúd, partirán a la habitación en la que ha estado Santiago todo este tiempo. Lugar en el que vivirán juntos eternamente los dos. Parece ser – según dice Santiago – que allí también hay que trabajar, pero que entre los dos podrán llevar fácilmente su labor a buen puerto. Me decía “la Juli” que allí se está mucho mejor que aquí y que cuando me digan que ya no está entre nosotros no me apene porque está segura de vivir una existencia mucho mejor. Y, lo que es más importante, acompañada de su esposo.

Ese sueño ha sido la tabla de salvación para mantenerse a flote esta anciana desde que quedó viuda. Si existe algo tras la muerte, tal vez otra clase de vida, es algo que desconocemos. Hay quien lo llama “la ciudad soñada”, lugar en el que no existe la envidia, ni el rencor, si no más bien el perdón y el verdadero amor.

Otros buscamos tablas de salvación aquí en la Tierra. Yo por ejemplo he pensado en comprar un reloj antiguo de pared. De los que ya no funcionan. Y, hasta el día que regreses, ponerlo en mi casa con una hora fija. La hora en la que una tarde del mes de mayo tuve la fortuna de ser besado por tus labios. Inmortalizar ese momento, esa bendita hora en la que mi mejor sueño, que yo creía imposible, se hizo realidad.

 

Madrid, julio de 2004

Fernando José Baró

(Santiago vino a buscar a su mujer en mayo de 2005. Los restos de ambos yacen en el cementerio de Gascueña, en pleno corazón de la Alcarria de Cuenca).