Una luz no soñada

Soñaba cada noche y seguía el sueño de día. Tenía que llegar a esas tierras prósperas. Aquí la miseria física y moral me ahoga, Este abandono al que estamos sometidos por parte del poder, esa explotación cruel que hace que apenas nos alcance para comer. Mi paciencia llegó al límite y decidí marchar.

Iré a España y, al pensarlo, siento que florecen en mí nuevas ganas de vivir, y un rayo de luz que toco con la punta de los dedos... Prepararé mi pobre equipaje, me despediré de los míos y saldré, sin más.

Ya había pensado, con unos compañeros de viaje, acerca de la forma de ir allá. Iríamos doce en una patera. ¡Quién sabe! Quizá en tres o cuatro días estaríamos allí. En mi interior se sucedían, alternando, muy diversos estados de ánimo muchas noches convertidos en pesadilla. Y por fin, el esperado día. Salíamos al despuntar el alba. Una vez metidos en la lancha, nos mirábamos unos a otros apuntando en nuestros ojos toda la efervescencia contenida. Remábamos entusiasmados adentrándonos en el ancho mar. De repente una gran tormenta estalló en el horizonte. Creo que ya llevábamos dos días navegando. En lo alto, truenos, lluvia, y, a nuestro lado, unas olas inmensas nos envolvían. Yo estaba tranquilo, feliz, sobre el vaivén de las olas que me acunaban cantando dulcísimas melodías.

Esto debe de ser España. Hacia allí me dirigía. Pero alguien contestó a mi lado: "No. Esto es el Paraíso". Y efectivamente, aquella luz no era la misma.

Sofía Loriente.

Con la colaboración de la Universidad Popular de Alcorcón