Me cité con un lucero y tú perdiste mi senda,
el lago azul fue testigo:
¡te embargaba la tristeza!.
Y como el soplo de Dios, el viento siguió mi rastro
y tus ojos, ¡cómo rayos!,
divisaron a mi estela.
Fue una nube el escondite
refugio para mis citas.
Pero el trueno y el relámpago ¡volaron
como centellas!: el eco fue su aliado.
Te llevaron la señal en tu pertinaz carrera.
El paisaje fue tu sombra,
el resplandor mi enemigo.
Un cometa tu aliado,
¡para acercarte a mi nido!
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