El tiempo

He te aquí Narciso envejecido
al que el cristalino arroyo
no devuelve su majestuosa estampa.
Eterno el curso del rio ¿Dormido?
Que rasga el joven reflejo de tu cara
y devuelve
a Laoconte angustiado, enfurecido
en lucha desigual y en mortal batalla.
Caes en la cuenta de que no eres dios
y que el sol ya quemó a Icaro sus alas,
ni Apolo vas a ser
ni Dafne convertirá, por ti, sus brazos en ramas.
Hoy miraste en los ojos que viste ayer
reflejar tu varonil semblanza,
como hoy sonrientes reflejan
un vago polvo insignificante, Nada.

Pedro Moreno Corpas