Jean-Paul Raymond ESCULTURAS |
Empezare mi aproximación a la escultura de Jean-Paul Raymond de forma indirecta. El último libro de la Biblia, el Apocalipsis según san Juan, se cierra con una visión grandiosa. El ángel conduce al evangelista a una montaña y le muestra la vista del futuro reino de Dios: la Jerusalén celestial. “La ciudad -dice el libro- resplandece como una piedra preciosa, como un jaspe cristalino”. Más adelante añade: “La muralla es de jaspe y la ciudad, de oro puro, clara como el vidrio”. En el Antiguo Testamento, el profeta Isaías recurrió a imágenes similares para describir su visión del futuro tiempo de gracia: “Mira que yo quiero asentar tus murallas en piedras preciosas y cimentarte con zafiros y hacer tus almenas de cristales y tus puertas de rubíes y marcar todos tus lindes con piedras escogidas”. También el profeta Ezequiel recibe la dicha de disfrutar de la visión de la futura gloria de Dios y en ella se le muestra " un firmamento como de cristal, fantástico de contemplar". Es muy significativo el contexto en el que la imagen del “cristal” suele citarse en el libro de los libros: invariablemente aparece en visiones de una gloria futura, en formidables escenarios de suntuosidad y opulencia, en lugares imaginarios de verdad y belleza absolutas. Y sin olvidar la bola de cristal, que en las manos de un emperador o en el cuarto de una adivina adquiere el carácter de símbolo del globo terráqueo e incluso del cosmos. En todos los casos se trata de la ultimidad, de lo definitivo, de lo realmente insuperable, de la belleza absoluta, asociaciones todas ellas profundamente arraigadas en nuestra experiencia colectiva cotidiana, que surgen del sonido de la palabra “cristal”.
Al analizar las últimas y más recientes esculturas de Jean-Paul Raymond es fácil caer en la tentación de hablar simplemente de la inmaculada belleza del material para, a partir de ahí, desarrollar visiones de mundos cristalinos. Sin embargo, me gustaría hacer hincapié de forma expresa sobre mis observaciones iniciales. Y no sólo porque, en realidad, las obras de este artista no son de vidrio ni de cristal, sino de lo que se conoce como “cristal óptico”, objeción ésta de interés para los fetichistas de la técnica, pero irrelevante desde el punto de vista de la estética de la percepción. Mi reserva tiene más bien que ver con el hecho de que el evidente triunfo de la estética del material constituiría una limitación inaceptable de la naturaleza de esas esculturas. Tampoco el artista asume sin discusión la perfección de su material. En cierto sentido “arregla” a su medida los bloques de cristal, los trabaja con los instrumentos mas diversos -taladros, sierras, cinceles- modifica su forma y sus contornos, y crea fracturas y aristas que cuestionan provocadoramente la perfección del material. La ausencia del color y la transparencia inmaterial del cristal óptico tienen las características, y provocan tal vez el mismo terror, de la hoja en blanco que reclama plenitud y consumación: en ella y con ella todo es aún posible en cuestión de contenidos y de formas.
Evidentemente, no existe una respuesta sencilla al problema de lo peculiar de las obras de Jean-Paul Raymond, pues, como sucede con el verdadero arte, unen diversos planos de lectura y permiten, incluso reclaman, distintas posibilidades interpretativas. Abstracción y figuración: he aquí la pareja conceptual que, en mi opinión, define satisfactoriamente la polaridad de su lenguaje escultórico. A ello hay que añadir además en el plano de las significaciones, el humor, la ironía y la magia, junto con el erotismo y la fuerza. La composición de las piezas es compacta y está condicionada por la forma del bloque de cristal. En el centro se sitúa siempre la figura humana con sus relaciones, cargadas de tensión en muchos casos, y las historias que de ellas se derivan. El universo proyectado por Jean-Paul Raymond está poblado por figuras humanas, y a veces también animales, de largos miembros, en ocasiones tan esbeltas, etéreas y diáfanas que una ráfaga de viento podría hacerlas volar. Sus obras rebosan asimismo de detalles faciales, ojos, narices, pelos, perfiles, y motivos y ornamentos de otras culturas, por lo general prehistóricas o no europeas. El arsenal de motivos decorativos geométricos y gráficos se compone de rombos, dibujos en espiga o segmentos circulares. Minúsculas parejas de enamorados flotantes crean un ambiente irreal y onírico. Además, ocasionalmente, el artista no rehuye el retocado caricaturesco de sus figuras abstractas; la poesía y la ironía son accesibles en la misma medida.
Tanto en los casos aparentemente etéreos, como en los trabajados con la pesadez de un bloque o en los retocados, se aprecia que a Raymond no le interesa el individuo, sino los modelos relacionales y las claves significativas de carácter arcaico o arquetípico. Así, por ejemplo, las piernas femeninas con medias de malla de una de sus nuevas Casas constituyen, por una parte, un símbolo erótico, pero, por otra, son un homenaje a François Truffaut, quien puebla de soberbias piernas el genérico concebido en forma de cómic de una de sus películas. El artista descubrió asimismo el funcionamiento de las claves plásticas estudiando a fondo la pintura rupestre. En los alrededores de su ciudad natal, Angulema, abundan las cuevas prehistóricas, por ejemplo, la de Lascaux.
En una de las primeras fases de su actividad creadora, el escenario de las figuras se inscribía en la forma redonda de la lámina de vidrio que él mismo soplaba y centrifugaba. Poco a poco los bordes se fueron cortando de un modo más brusco y profundo, y la armonía de la forma se fue extinguiendo paulatinamente. Faltaba sólo un pequeño paso para llegar a la superposición libre, casi lúdica, de los bloques de vidrio arqueados de las obras Pilas I y II. Al igual que en las primeras piezas bidimensionales, el aspecto compacto del bloque tridimensional se esfuma debido a los cortes profundos de los bordes. Jean-Paul Raymond prolonga de una manera consecuente esta vía en sus obras mas recientes, en las Casas, ya citadas. En este caso, el simple apilado adquiere una finalidad, si bien ésta es de carácter lúdico e irónico. La asociación con los cubos de madera que todos utilizamos de niños en nuestros pinitos como arquitectos, está expresamente buscada. Las Casas reflejan la afinidad del artista con la pintura en mayor medida aún que sus primeros objetos. Raymond no niega que, junto a las culturas prehistóricas y no europeas, se inspira en el lenguaje formal de Picasso y de Fernand Leger. Las Casas evidencian asimismo la familiaridad con la técnica del collage, tan del gusto de constructivistas y dadaístas. En el conjunto de la obra señalan el retorno del color, pues a su “fase cristalina”, en la que el pan de oro aplicado con extraordinaria moderación acentuaba la pureza del cristal óptico, había precedido una fase multicolor dominada por el rojo luminoso.
Con sus últimas formas redondas y coloreadas, el artista enlaza con su fase creativa inicial. Mientras las primeras laminas de vidrio opalescente eran irregulares y aspiraban a forzar las limitaciones del contorno, en el momento actual el artista busca la regularidad del círculo o del óvalo para lograr que el tumulto formal de las figuras encuentre descanso en la superficie. Su obra Visage de femme -un rostro formado por cuerpos femeninos-, entronca con los enigmáticos cuadros del manierista Arcimboldo, quien realiza sus retratos utilizando objetos tales como libros o frutas.
Para descubrir el misterio de las obras de Jean-Paul Raymond es preciso contemplarlas desde todos los lados, volverlas en todas direcciones. La búsqueda de nuevas perspectivas y miradas, de refracciones y reflejos sorprendentes resultara siempre gratificante.
Dra. Ruth Fabritius
Directora del Museo del Vidrio de Rheibach